Tres chicos quieren ir solos a ver el partido de la Final de la Champions League y para ello, convencen a sus novias para que vayan, supuestamente, a un spa. Al final serán ellos quienes se lleven una gran sorpresa.

Nos ha gustado este anuncio porque rompe con uno de los muchos estereotipos establecidos con respecto a las mujeres, en este caso, que a ellas no les gusta el fútbol tanto como a ellos.

Según la RAE, un estereotipo consiste en una imagen estructurada y aceptada por la mayoría de las personas como representativa de un determinado colectivo. Esta imagen se forma a partir de una concepción estática sobre las características generalizadas de los miembros de esa comunidad. Es decir son «creencias compartidas» sobre determinados rasgos de personalidad, formas de actuar, gustos, etc. asociados a un determinado colectivo. El problema de los estereotipos es cuando evolucionan a ser prejuicios, es decir cuando ya añadimos un juicio negativo sobre la persona o grupo de personas. Los prejuicios actúan de forma parecida a cuando ponemos una etiqueta a alguien. Muchos de los prejuicios se instauran en nosotros como creencias arraigadas, creencias que ya ni nos molestamos en cuestionar aunque tengamos evidencias y hechos de todo lo contrario.

Tener estereotipos y prejuicios sobre un grupo supone quedarse en una visión muy simplificada y empobrecida del ser humano. Nos aleja de la persona concreta, nos impide pararnos a preguntar, ¿cómo es ella concretamente? Si nos quedamos en los prejuicios de género, raza, nacionalidad, no hacemos el esfuerzo de mirar a cada persona como alguien único e irrepetible. Si vamos más allá de los juicios generalizados, abrimos una ventana de oportunidad para conocer realmente a las personas y ver cuál es su elemento diferenciador que les hace únicas. Y seguramente, ¡haremos más amigos!

Reflexiona y actúa